LEYENDO SANTO VITUPERIO DE HOMERO CARVALHO
El Club de Lectura de Bibliotecarios municipales, tuvo
anoche su tercera sesión con la novela Santo Vituperio de Homero Carvalho. El
clima de la noche cruceña (un leve viento de sur) y el mismo texto ameritaba
que el “junte” se realizara fuera de los predios de la Biblioteca Municipal así que primero
dimos un paseo por la Av. Monseñor Rivero para finalmente sentarnos, en “Mr. Café”, a conversar y compartir lo leído. Fue una linda tertulia, con sabor a
poco, luego viene una cita con el autor del libro para “redondear” la lectura
de esta novela. Compartimos unos breves fragmentos de la novela:
«A mí me cambiaron cuando era chica. Mi madre decía que vino
el viejo del costal y se llevó a la verdadera Inés, que era una niña muy buena,
y dejó a una llorona, malcriada y callejera. Si seguís así, seguro que vas a
ser una perdida, como la fulana que no tuvo quince pero que ya parió, amenazaba
mi madre refiriéndose a una chica del barrio, fea y con hijos. Y me perdí
porque dejé de ser yo misma para ser otra. Siempre que salía a la calle me
transformaba en una mujer diferente, me convertía en Claudia, un nombre que me
gustaba cuando era niña y jugaba a ser otra persona pensando que no me
reconocerían y segura de que nadie se enteraría de lo que hacía. Creo que, de
vez en cuando, todos queremos ser otra persona, y a mí lo del nombre falso me
sirvió para creer que me ocultaba hasta que me dediqué por entero a la calle. Allí
las conocidas me aconsejaron que usara, nomás, mi nombre porque era muy bonito.
Da la impresión de alguien muy tierno, inocente, me dijeron, y no volvía a usar
el de Claudia. Lo único bueno de mi vecindario fue que la mala fama que me
hicieron sirvió para crearme una buena reputación en la calle.» p. 59
Isabel, Carlos, María Claudia, Marbel, Angela Ma. y William |
En "Mr. Café" |
«El nuevo bulevar había reinventado la ciudad agitando la
vida de San Lorenzo en un frenesí pretendidamente metropolitano, y a la gente
le gustaba ir a conversar o a, simplemente, mirar y dejarse mirar por la
concurrencia.» (p. 63)